ELEMENTOS DEL PROCESO DE EVALUACIÓN
La evaluación educativa esta conformada por cinco elementos centrales que subyacen a todo proceso de evaluación:
1. la selección de la realidad a evaluar y la “construcción conceptual” de la misma.
A la construcción conceptual de la realidad que queremos evaluar se la denomina “referente”. El “referente” siempre tiene una connotación valorativa, porque expresa lo deseable o lo que se desea alcanzar. Elaborar y explicitar el “referente” es la primera tarea central de toda evaluación.

2. la definición de los propósitos de la evaluación
Definir claramente los propósitos de la misma: las preguntas que busca responder, el tipo de consecuencias que tendrá la evaluación, los usos que se pretende dar a sus resultados, quiénes harán uso de los mismos.

Cuando se piensa en evaluar algo, la primera tarea que se emprenda sea el diseño de instrumentos. El problema central en este terreno es reconocer que no tenemos acceso directo a la realidad. Por lo tanto, necesitamos construir “mediaciones” que nos permitan aproximarnos a la realidad que queremos evaluar. A estas mediaciones se las denomina en forma genérica como “evidencia empírica”, entendiendo por tal toda pieza de información que muestra un aspecto de la realidad que nos interesa conocer y evaluar.
Los instrumentos para la recolección de evidencia empírica en las evaluaciones educativas pueden ser muy variados:
• pruebas escritas de diverso tipo (de ensayo, de respuesta construida, de opción múltiple, etc.)
• pruebas prácticas como, por ejemplo, dar una clase o conducir una reunión de profesores.
• registros de observación de diverso tipo, como por ejemplo, de las actividades de los alumnos.
• carpetas con trabajos producidos por los alumnos o los profesores (denominados “portafolios”
desde hace algún tiempo en la literatura anglosajona); • encuestas de opinión de padres, alumnos o profesores.
4. la formulación de juicios de valor sobre la realidad evaluada
Los juicios de valor son conjuntos de apreciaciones que no se resumen en un puntaje o una categoría, sino que se utilizan en forma global para orientar el mejor desempeño de un individuo. Es el caso de un profesor orientando a un alumno o de un supervisor orientando a un docente. En estos casos puede haber valoraciones que se expresan en el marco de la interacción directa entre evaluador y evaluado, sin necesidad de resumirlas en un juicio taxativo o en un puntaje.
Todas las evaluaciones pueden –y deberían– ser utilizadas con el fin de comprender mejor la realidad con la que se está trabajando y contribuir a mejorarla. La vocación de toda evaluación es tener alguna consecuencia sobre la realidad.
En todos estos casos las evaluaciones no tienen una consecuencia formal específica para actor alguno. De allí la utilización del término decisiones “blandas”, aunque, obviamente, toda divulgación de resultados genera consecuencias de algún tipo. Lo que se pretende con este tipo de evaluaciones es contribuir a mejorar la comprensión de la situación educativa y propiciar acciones y decisiones que permitan cambiar y mejorar.
En otros casos, las evaluaciones están dirigidas a tomar decisiones “duras”, en el sentido de que tienen consecuencias importantes y directas para un proyecto o institución.

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